Los Juegos del Desierto

Un calor sofocante, estoy mareado, no veo bien. El Sol meda en la cara y me deslumbra, Me hacen falta diez segundos o más para ver donde nos han metido, donde estamos, que lugar es este.
Se me pasa un poco el mareo, pero me siento inestable e inseguro en esta plataforma plateada.
Desierto, es la única palabra que mi mente caza. Si, estamos en un desierto. Donde apenas hay una mata de hierba a la que agarrarse, ni un poco de agua se ve por ningún lado, no hay nada. Estamos en medio de la nada, en ningún lugar.
Miro a los otros tributos y veo que están desesperados, como yo. ¡¿Pero dónde nos han traído?!.
Veo como una muchacha, debe tener casi la misma edad que yo, esta muy nerviosa. Avanza un paso, otro. ¿Pero que hace, que pretende?. Da un salto y atierra en la arena. Explosión. Sus dos piernas ya no están y su tórax ha quedado en pedazos húmedos y sangrientos. ¿Pero porqué lo ha echo?. ¿Pensaba que no tenía posibilidad de sobrevivir en esta arena, o pensaba que la mejor muerte es salir volando por los aires sin apenas dolor?
No lo sé, me duele la cabeza y este Sol cada vez pica más.

La Cornucopia, el cuerno dorado y brillante por la incandescente luz del Sol, esta a unos 50 metros. Todas las cosas están distribuidas alrededor del cuerno y nosotros, los tributos.
 A penas quedan algunos segundos.
Delante mio, a unos 5 metros hay una botella de agua, pero vacía. Bueno, me servirá de algo.
¡GONG!
Corro, soy rápido y se que puedo coger algo más que un plástico. Me da igual lo que me han dicho sobre el baño de sangre, no me voy a quedar sin nada, y viendo las cosas que hay significaría en mantenerme vivo y muerto.
Cojo la botella y veo que a unos 5 metros más hay un cuchillo. Hago otro sprint y lo cojo, pero otro tributo ha tenido la misma idea que yo y se dispone a quitármelo. Agarro el cuchillo con más fuerza y se lo clavo en toda la barriga, empieza a echar sangre por la boca, tosiendo. Se me queda mirando, atónito y con la mirada fija en mi. Se lleva las manos a la barriga pero ya no puede hacer nada, no, ya no. No pierdo tiempo y le cojo el cuchillo enterrado en su barriga. Esta chorreando sangre.
Corro hacia algún lugar en concreto, no te puedes esconder en ningún sitio, ya que no hay nada, sólo dunas y más dunas.
Me voy hacia la duna más alta y me escondo detrás de ella, no puedo hacer nada más. Bueno, en verdad, no se que tengo que hacer. Los de mi distrito sólo sabemos de electrónica, así que no sé que hacer.

Cae la noche, salen las caras de los tributos muertos, diez, y sí, sale también el que he matado yo, del Distrito 7. Un pensamiento recorre mi mente y me escandaliza asta el punto de volverme loco, se me eriza el vello de la nuca. Mi primer victima, he matado a un ser humano indefenso, a una persona que tenía familia y amigos, incluso a alguna novia, he matado a una persona con los mismos sentimientos que los míos  Soy un asesino, no puedo negarlo, lo soy. La imagen de sus ojos, el sentimiento por mi en su última anhelada, recorre toda la noche y mis sueños.
La verdad, es que si lo piensas bien, tampoco tenía muchas probabilidades de sobrevivir, bueno, ni él ni nadie.
Tendría que haber echo como la niña que se ha suicidado ella sola, hubiera sido mucho más fácil.
Hace frío, la noche ha caído rápido y esta arena no da calor.
Me hago un ovillo y duermo medio enterrado en la arena.
Hace mucho frío, seguramente estamos a menos de 0 grados.
Cierro los ojos y pienso en un lugar donde ya no estuvieran juegos del hambre, donde un Capitolio tirano no haga matar a unos pobres adolescentes por culpa de una guerra que ellos no tuvieron lugar, donde el Capitolio no haga daño a nadie.

Si queréis que continúe decírmelo, pero tiene que haber mas de tres votos, sino nada. Saludos capitolienses! :)